Posverdad electoral: Cuando las percepciones intentan ser más importantes que los datos.
Por Nicolas Galvan

Solamente en noviembre, se han llevado cabo diferentes elecciones en la región de América Latina, que han tenido una importancia vital para el futuro de los diferentes países que la componen, y en todas ellas sufrimos un flagelo de los tiempos modernos, la posverdad.
Cuando a Kellyanne Conway, asesora de campaña de Trump, en una entrevista de 2017, le preguntaron sobre las declaraciones del secretario de prensa Sean Spicer referidas a la cantidad de asistentes a la asunción del expresidente estadounidense, ella dijo que dicho secretario había dado su visión de "hechos alternativos" a lo que la realidad demostraba. Esa frase dio vuelta al mundo y generó un revuelo de una gran magnitud, porque daba a entender que a la asesora del, en ese entonces, presidente de Estados Unidos, no le importaban los datos de la cantidad de personas que habían asistido concretamente, sino la percepción que se haya tenido de ellas. Este hecho, y algunos otros más relacionados al Brexit, hicieron que el diccionario de Oxford elija a la posverdad como la palabra del año 2017, y la conceptualizó como lo "referido o relativo a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión publica que las emociones y las creencias personales".
Pero la posverdad no es algo que solo suceda en los países angloparlantes, sino que es un fenómeno global (potenciado por las redes sociales y las fake news) y que en las ultimas elecciones en América Latina se hizo presente. El caso más reciente fue en Honduras, donde luego de las elecciones, y apenas habían cerrado los comicios, los dos principales candidatos habían salido a festejar la victoria, sin ningún dato oficial, y luego, apareció una imagen que publicó el medio de comunicación La Prensa, donde mostraba los resultados del recuento provisorio de los votos de la elección presidencial de Honduras, intentando modificar la percepción visual que se tenia de los datos mediante un gráfico de barras en el que la candidata más votada, Xiomara Castro, se encontraba detrás del candidato Tito Asfura, en una posición inferior y con una columna de menor volumen:

En Argentina, casi sin ser nombrada, la posverdad estuvo en debate toda la semana siguiente a la que se conocieron los resultados de las elecciones legislativas del 14 de noviembre. En una situación parecida a la de Honduras, ni bien cerraron los comicios en todos los bunkers había festejos, tanto en el de Juntos, que cuando se conocieron los primeros resultados estaban a la cabeza en cantidad de votos, como en el del Frente de Todos, que habían logrado repuntar una cantidad considerable de votos, pero aun así obtuvieron el segundo lugar, pero al fin y al cabo, ambos espacios intentaron dar la apariencia de que se sentían ganadores, uno desde los datos y otros desde la sensación que tenían de ellos.
En el caso específico del Frente de Todos, tenían que demostrar que más allá de la realidad, la percepción que debía obtener la Opinión Pública era la de un peronismo que se había reforzado, hasta el mismo Alberto Fernández habló de "victoria", en el mensaje que dio en el bunker de su coalición. Esto llevó a que se debata durante varios días en los grandes medios de comunicación, y con la participación de figuras políticas relevantes, los resultados de las elecciones. Fue tanto el uso de la posverdad por parte del Frente de Todos, que Victoria Tolosa Paz se animó a decir que Juntos "ganó perdiendo, y que ellos perdieron ganando", intentando mostrar que, aunque otro partido haya ganado las elecciones, la percepción de los resultados puede entenderse como un "hecho alternativo", en palabras de la asesora de Trump.
Intentar imponer que
las percepciones importan más que los datos, solo por el hecho de que puede ser
beneficioso para el candidato o candidata en la visión de la Opinión Pública es
un arma de doble filo para la política moderna, ya que mientras las redes
sociales aceleran y complejizan las dinámicas que se dan en la esfera pública, el
caudal de información que circula hoy en día se ha cuantificado a niveles
insospechados. Si nos dirigimos a un escenario donde los datos solo sirven para
ser interpretados y reinterpretados constantemente, la política podría caer en una
trampa auto impuesta por sus propios actores en la búsqueda de siempre tener
razón más allá de la realidad, esa realidad que, desde sus inicios, la política
busca transformar y mejorar.