Emmanuel, Marine y la incógnita presidencial
Por José Enrique García-Lozada

En quince días los franceses vuelven a las urnas para escoger al próximo ocupante del Palacio del Eliseo. La nacionalista Marine Le Pen y el centrista Emmanuel Macron vuelven a repetir la contienda del 2017 por la presidencia del país galo, pero ante un nuevo panorama con muchos cambios. El presidente ahora se enfrenta al legado de cinco años de gobierno, marcados por el debilitamiento de la izquierda, las protestas de grupos como los chalecos amarillos, la gestión de la pandemia, el fin del gobierno de Angela Merkel, la guerra en Ucrania y el avance de Marine Le Pen en su dura campaña propia por demonizar el partido de su padre y transformarlo en un partido mas mainstream y de mayor alcance electoral.
Esto lleva a Macron a enfrentarse a una segunda vuelta con acusaciones de corrupción, de abuso de poder durante la cuarentena y de ser "el presidente de los ricos" tras el aumento de servicios públicos en Francia. Ante este escenario se supondría que Macron cuenta con escaso margen para ganar, pero su contrincante es también su mejor oportunidad para convertirlo en el primer presidente reelecto desde el 2002.
Fue en aquella elección cuando el entonces presidente derechista Jeac Chiraq se enfrentó sorpresivamente a Jean Marine Le Pen. La contienda concluyó en un histórico 82% de los votos para Chiraq, que venció a su polémico retador con el apoyo de todos los frentes políticos, los cuales apostaron por la continuidad del presidente en contra de la extrema derecha.
La situación se tornó similar en el 2017, cuando en su segundo intento por la presidencia Marine Le Pen llegó al ballotage contra Emmanuel Macron. En aquel entonces Macron, era un joven ex ministro del socialismo que fundó En Marche!, una alianza de centro que buscaba quebrar el bipartidismo en el país. Al igual que en el 2002, la gran mayoría de los partidos apoyaron a Macron con el fin de evitar la llegada de Le Pen al gobierno. Macron se impuso con el 66% de los votos, dejando muy atrás a Le Pen con el 33%.
Pero hoy, una vez más enfrentados podemos ver como las encuestas no anticipan que Macron logre ganar cómodamente. En primer lugar, la sociedad francesa está cada vez más cómoda con que el partido de Le Pen obtenga lugares de poder, lo que se demuestra en las elecciones al Parlamento Europeo. En segundo lugar está el exitoso rebranding de Agrupación Nacional, partido de Le Pen, en suavizar ciertas posturas y alejarse de la figura racista, homofóbica y xenofóbica de su padre. Y en tercer lugar, la aparición de Eric Zemmour y el fortalecimiento de Jean Luc Melenchón.

La llegada de Zemmour a la palestra pública con posturas sumamente radicales en temas sociales y de soberanía llevó a que Le Pen se viera ante el electorado como una candidata más moderada. Por su parte la unión del electorado de izquierda en la figura de Melenchón beneficia en parte a Le Pen, ya que ambos candidatos centraron su discurso en un mismo punto en los últimos días de campaña, el del aumento de los servicios y de la vida en Francia. Con esto Le Pen ha consolidado su imagen de no ser una extremista sino una política pragmática que tiene con qué gobernar el país.
Macron y Le Pen ahora están a pocos días de reforzar sus discursos y campañas, en el caso del mandatario, prácticamente comenzarla, ya que para la primera vuelta tan solo realizó un acto electoral de gran escala en París y enfocó la estrategia comunicacional en su figura presidencial. Le Pen deberá enfocar su discurso en convencer a los votantes de los demás partidos, enfocándose en los de Melenchón, que ya públicamente pidió no votar por ella.
La labor de Le Pen es lograr unificar el descontento a Macron y usarlo como mecanismo para atraer votantes que se abstuvieron en la primera ronda. Macron, por su parte, debe hacer enfoque en mantener cohesionado a sus votantes y a los de los demás candidatos que le dieron su apoyo para así tener una victoria lo suficientemente cómoda que le garantice gobernabilidad.
Ambas campañas saben que va a estar cerrado, las encuestas ponen diferencias entre ambos de menos de cinco puntos. Los resultados están por verse, el electorado francés puede votar por el miedo a la derecha nacionalista, por el cansancio en contra de Macron o simplemente no votar y dejar el país aún más polarizado.