Elecciones en Venezuela: ¿Ya se cae de Maduro?

20.06.2024

Por Felipe Galli

Edmundo González (candidato de la Plataforma Unitaria) y Nicolás Maduro.
Edmundo González (candidato de la Plataforma Unitaria) y Nicolás Maduro.

Dentro de algo más de un mes, el otrora gigante petrolero devastado por una interminable crisis política, económica y humanitaria, que lleva de saldo ya más de ocho millones de emigrados desperdigados por todo el mundo, se jugará su destino. Este 28 de julio, los venezolanos están llamados a las urnas en la que sin duda alguna será la elección presidencial más importante e impredecible de Sudamérica, tanto para este año como para seguramente toda la década. Lo que en muchas naciones es un ejercicio importante, pero de rutina, en Venezuela será la madre de todas las batallas.

El 5 de marzo de 2013, Nicolás Maduro, recién llegado y entonces casi desconocido vicepresidente de Venezuela, comparecía vestido de blanco y conteniendo las lágrimas ante sus compatriotas en cadena nacional para anunciar "la información más dura y trágica que podamos compartir a nuestro pueblo": Hugo Chávez había muerto de cáncer, después de haber gobernado durante catorce años con poder casi absoluto, y Maduro se hacía cargo de la presidencia y del liderazgo de la Revolución Bolivariana. Tan solo unas semanas más tarde, era ratificado en una reñida y controvertida elección anticipada ante el opositor Enrique Capriles, por tan solo un 1.5% de diferencia y en medio de denuncias de fraude.

Seguramente ni el propio Maduro podía prever en ese momento que regalaría a los venezolanos sucesos duros y trágicos que batirían por varios puntos el récord de esta noticia inicial. El sueño socialista bolivariano (ya en galopante decadencia para cuando asumió la presidencia) dio paso a un colapso absoluto, con escasez aguda de productos básicos, cortes de energía constantes y delincuencia desenfrenada. El empeoramiento de la situación económica dio paso a un profundo deterioro de las libertades civiles. El afable antiliberalismo de Chávez, cómodo en una sucesión de amplias victorias electorales y elevada popularidad, fue reemplazado por un crudo autoritarismo cerrado. Los primeros años de risas y memes ante lo que parecía ser hasta entonces un inepto presidente accidental fueron salpicados de sangre cuando Maduro se vio obligado a arrancarse su máscara para evitar ser removido del cargo. Masacres contra protestas estudiantiles, desapariciones forzadas y enfrentamientos callejeros que sumieron a la nación caribeña en una larguísima noche de horror.

Ríos de dolor y lágrimas han corrido durante los últimos once años en la tierra de Bolívar. Mucho ha podido hacer Maduro (reelegido en una elección no reconocida por buena parte de la comunidad internacional en 2018) escudado discursivamente en las sanciones internacionales impulsadas por Estados Unidos, amparado en el respaldo internacional de aliados regionales (Cuba y los presidentes de la hoy moribunda Marea Rosa) y lejanos (Rusia y China), sostenido por sus vínculos con los grupos más brutales del narcotráfico regional, y por supuesto contando con la inestimable presencia de una oposición mediocre, fundada en la vilipendiada clase política prerrevolucionaria, tan poco confiable en términos éticos como el mismo chavismo y envuelta en profundas guerras internas, caudillismos y peleas divisivas entre abstencionistas y electoralistas.

Sin embargo hoy, mientras busca conseguir el que sería su tercer mandato y extender su reinado a dieciocho años (los que Chávez no logró gobernar) el panorama para Maduro parece haber cambiado.

González junto a María Corina Machado, líder de la oposición.
González junto a María Corina Machado, líder de la oposición.

Entre una Cuba tambaleante demasiado concentrada en evitar una reedición del estallido social de 2021, una Rusia que no puede sacar los ojos de Ucrania y una China totalmente desinteresada en mantener negocios con un régimen parasitario que no paga sus deudas, Maduro ha comenzado a quedarse sin su necesario sponsor global. A esto se suma que sus incómodos amigos regionales (Lula en Brasil y Petro en Colombia) desean que el masivo flujo anual de migrantes venezolanos se detenga mucho más de lo que quieren ayudarlo a él. Por si esto fuera poco, a fines del año pasado la oposición logró reordenar su panorama interno con la realización de una elección primaria para escoger un liderazgo, las cuales consolidaron (con un 92% de los votos) a la figura de María Corina Machado.

Perteneciente a un sector de la oposición duro contra el chavismo, Machado (líder del partido de derecha liberal Vente Venezuela) pulverizó a oponentes vinculados a los partidos tradicionales y logró ganar las pulseadas internas para convertirse en la máxima dirigente del mayor bloque opositor, la Plataforma Unitaria Democrática. La victoria se dio justo en el momento en el que la Plataforma llegaba a un acuerdo con el régimen de Maduro, firmado en el país caribeño de Barbados, con miras a "normalizar" el panorama electoral para 2024.

Pero el proceso electoral no viene siendo ni mucho menos normal. En palabras de la propia Machado, su liderazgo ha logrado sortear todas y cada una de las trabas que el chavismo ha puesto delante para descalabrar una competencia electoral. El principal objetivo del chavismo parecía ser conseguir que ella llamara a la abstención. Desde una inhabilitación que carece de firmeza judicial y explicación legal contra ella, continuas razias policiales en contra de militantes y dirigentes de su partido, el reemplazo inexplicable de la directiva de la ya de por sí poco confiable autoridad electoral (el CNE), entre otras muchas estratagemas.

Sin embargo, Machado llegó a las fechas de inscripción de candidatos totalmente decidida a que su espacio político tuviera un representante que llegara "Hasta el Final" (eslogan con el que ganó las primarias). Al no poder postularse ella misma, buscó inscribir una candidata afín (la académica octogenaria Corina Yoris). El CNE, sin embargo, bloqueó la candidatura de Yoris (sobre quién no pesaba el más mínimo impedimento legal) sin dar explicaciones de ningún tipo. Finalmente, se autorizó a que la tarjeta electoral de la antigua Mesa de la Unidad Democrática (MUD), coalición electoral que protagonizó los mejores resultados para la oposición venezolana, inscribiera una candidatura "provisoria". Fue ahí cuando surgió el nombre de Edmundo González Urrutia.

González en su departamento en Caracas.
González en su departamento en Caracas.

Diplomático retirado de 74 años, González fue embajador de Venezuela en Argelia (de 1991 a 1993) y en Argentina (de 1998 a 2002). Le tocó ver a los dos países donde sirvió diplomáticamente en situaciones bastante complicadas (Argelia entró en guerra civil en 1992 y Argentina tuvo un estallido social en 2001), pero esta vez le ha tocado ser, en su propio país, el hombre en el lugar y momento justos. Absolutamente desconocido para el público, González aceptó ejercer como "candidato tapa" (término utilizado para decir que era provisorio) para mantener la tarjeta de la MUD disponible para un candidato definitivo.

Sin embargo, cuando se hizo evidente que el chavismo podría aprovechar cualquier maniobra para dejar a la oposición fuera de juego, Machado decidió darle su respaldo directamente a él. El régimen no logró su objetivo de que ella se abstuviera y su Plan B (conseguir que los sectores de la oposición tradicional la traicionaran) tampoco tuvo lugar: el gobernador zuliano Manuel Rosales (otro candidato inscrito) y los demás partidos de la coalición se plegaron automáticamente a la nueva candidatura.

De ser absolutamente desconocido, González pasó a representar la esperanza de millones de venezolanos que, hasta hace tan solo unos pocos meses, veían la sola idea de una elección competitiva como un sueño inalcanzable. Con sus modos formales, su voz tranquilizadora y su actitud relajada que contrasta con los gritos populistas que a derecha e izquierda han sacudido casi toda Latinoamérica los últimos veinte años, ha logrado construir un apoyo genuino que refuerza el apoyo de María Corina Machado. Rompiendo los pronósticos de que la popularidad de la icónica líder no iba a ser traspasable a otro candidato, no existe hoy una sola encuesta remotamente fiable que no diga que González cuenta con un respaldo abrumador.

"Me produce esperanza", cometa César, un joven de veinte años del Estado Portuguesa, "es un profesional, tiene una gran carrera detrás, una persona que sabe dirigirse a las personas, no de forma discursiva y gran control de la oratoria, pero si de una manera serena y empática. Me genera la tranquilidad saber que es alguien moderado, abierto a los acuerdos, pero también que quiere lograr un cambio radical. Pudiera estar en el extranjero con su familia, pero decidió dar el paso por ver a Venezuela libre."

"Cuando anunciaron a Edmundo como candidato estuve indiferente, como para protegerme, no quería otra desilusión después de lo de Corina Yoris", nos añade Carlos, de diecinueve y oriundo del Estado Sucre, que votará por primera vez este año. "Conforme pasa el tiempo, verlo te genera esperanza. Me recuerda a mi abuelo, que ya falleció. Siento que gente como él puede traer cierta justicia para los que murieron solos, con familiares lejos, sin ver bien a nuestro país".

El resultado va mucho más allá de la propia elección y la reactivación de la debilitada sociedad civil venezolana se ha vuelto evidente. A expensas de Machado, múltiples "comanditos" se han registrado en todo el país con el objetivo de organizar a grupos de ciudadanos para vigilar el voto el día de las elecciones. Con esta estrategia Machado (que asegura que entre estos grupos y los enviados más entrenados de los partidos políticos establecidos lograrán proteger la integridad del resultado) pretende suplir la observación internacional que, pese a estar garantizada en el Acuerdo de Barbados, se percibe limitada. El CNE retiró una invitación expedida a la Unión Europea luego de que esta retirara a su presidente, Elvis Amoroso, de su lista de sanciones personales como "gesto de buena voluntad", lo que Amoroso (denunciado como vinculado al régimen) descartó como un intento de "chantaje".

De más está decir que la gestión del CNE del proceso electoral ya está siendo objeto de profundos cuestionamientos. Las mayores críticas comenzaron con el desastroso proceso de Registro Electoral en el extranjero que, mediante retrasos, violaciones directas a la ley electoral y caos organizativo, dejaron fuera de la votación a hasta cinco millones de electores potenciales en múltiples países. Ya desde el vamos la ausencia de estos votantes (que se cree apoyarían en masa a la oposición) disminuye en grado sumo la integridad de los comicios. Mientras tanto, el irrespeto de plazos, el destrato a la observación internacional y los sabotajes a la inscripción de candidatos han puesto aún más en duda la credibilidad del ente electoral (si es que le quedaba). No obstante, esto no ha conseguido aplacar a la oposición, ni mucho menos conseguido que abandone la ruta electoral.

Maduro junto a Diosdado Cabello.
Maduro junto a Diosdado Cabello.

Es así como se dará esta atípica campaña en la que González y Maduro (que vive prácticamente recluido y apenas sale, habiendo denunciando hasta veinte intentos de magnicidio durante su mandato) son los candidatos, pero en la que los encargados de difundir el mensaje y pedir el voto son otros: Machado por el lado de González, realizando un masivo despliegue y recorriendo Estado a Estado y pueblo a pueblo para pedir el voto por el diplomático (el cual limita su propia actividad a Caracas y un conjunto de ciudades específicas); y Diosdado Cabello (histórico número dos del régimen e incluso visto por algunos como un número uno en las sombras) por el lado de Maduro. Cabello dedica sus constantes alocuciones a criticar a Machado, afirmando que planea huir de Venezuela "para escapar de la justicia" y llegando a declarar que la está "siguiendo de cerca".

Pero lo que pretendía ser otra de las agresivas amenazas veladas con las que Cabello (espécimen sumamente representativo del funcionariado chavista) suele atacar a la oposición en público, terminó siendo una admisión de patetismo. Efectivamente, la estrategia proselitista del gobierno ha pasado por seguirle la pista a Machado por toda Venezuela y tratar de imitar (a las apuradas) su poder de movilización convocando a marchas y manifestaciones en las mismas ciudades y pueblos donde ella ha realizado actos públicos, a veces incluso el mismo día o al mismo tiempo. Estos intentos, sin embargo, no hacen más que evidenciar el deterioro del aparato del chavismo, en su día la inspiración de todo el populismo continental. Los planos de las fotografías y videos de estos eventos en general son cercanos, con el objetivo de que no tengamos evidencia fotográfica una verdad conocida hace años: el PSUV ya no es capaz de llenar la calle principal ni siquiera de un pueblo pequeño.

Y con eso ha chocado duramente la campaña del chavismo. A tan solo dos meses de confirmada la candidatura, buscar "Edmundo" en Google automáticamente lleva a encontrar al candidato. Un video suyo comiendo en un restaurante reúne decenas de miles de likes. Por su parte, Machado reúne concentración masivas en cada región que visita, publicando cada semana un nuevo video de ríos de gente abrazándola y coreando consignas. Mientras tanto, los intentos de Maduro por imitarlo chocan con la necesidad de un diseño al milímetro de cada evento por razones de seguridad y resultan en una mezcla horrorosa de indignación y vergüenza ajena.

Ahora bien. ¿Puede Nicolás Maduro impedir el triunfo de Edmundo González? En términos hipotéticos no existe duda de que, siempre que el escrutinio sea medianamente limpio (ni siquiera tendría que ser impoluto) y el resultado se respete, no existe ningún escenario en el que el chavismo pueda ganar. Incluso con el boicot de María Corina Machado en las elecciones regionales de 2021 y una participación muy baja, el PSUV y sus aliados no pudieron reclamar haber recibido más del 50% de los votos emitidos. Se descarta que, con la participación de ella y el empuje psicológico que su campaña está teniendo, además de la estrategia de defensa del voto por medio de los "comanditos", no se contempla un resultado creíble para el 28 de julio que no pase por un triunfo contundente de la Plataforma Unitaria. 

Maduro durante un acto de campaña.
Maduro durante un acto de campaña.

Ante la casi imposibilidad de frenar el movimiento opositor cada vez más energizado, el régimen se ha tenido que contentar con sabotearlo mediante actos de arbitrariedad casi infantilmente burdos, tales como clausurar el hotel donde dirigentes de la Plataforma se iban a hospedar en La Victoria (ciudad natal de González donde este realizó su lanzamiento de campaña), así como enviar entes estatales de sanidad o recaudación impositiva a negocios donde Machado y su equipo compraron comida durante un recorrido. Estos eventos no han sido sino otra demostración de la decadente crisis que sufre el chavismo: una temible dictadura que ha desaparecido y exiliado personas se tiene que contentar con cerrar un puesto de empanadas para recordarle a la gente que sigue controlando el Estado.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que González y Machado no compiten simplemente contra un gobierno impopular en el marco de una democracia deteriorada. El gobierno chavista es en efecto un régimen autoritario y no ha dudado en dejarlo claro cuando ve que la situación se le puede salir de las manos. Día a día, el costo que tendría que pagar el chavismo por descalabrar definitivamente el proceso (ya fuera cancelando las elecciones, inhabilitando a González o judicializando la tarjeta electoral de la MUD) va en aumento, pero no deja de ser una sombra que se cierne sobre las esperanzas de muchos venezolanos. No obstante, la represión sigue su curso, y estos meses han visto un aumento de las detenciones arbitrarias a dirigentes de la Plataforma, y ya se contabilizan en 37 los detenidos políticos durante la campaña.

Por encima del sabotaje, la administración electoral opaca, la represión y los posibles escenarios de cancelación, aún si González ganara el escenario seguiría minado de incertidumbres. El mandato de Maduro termina el 10 de enero de 2025, lo que abre las puertas a una transición de seis meses en la que todo puede pasar. Mientras tanto, el chavismo controla diecinueve de las veintitrés gobernaciones (así como la mayoría de las alcaldías municipales) con mandato hasta finales de 2025, y tiene garantizada una abrumadora mayoría en la Asamblea Nacional (no reconocida como legítima por la oposición) hasta principios de 2026. Retirando los cargos electos, quedan una judicatura, fuerzas armadas, servicios de inteligencia y autoridades de seguridad herméticamente controladas por el chavismo, con poder casi total para complejizar una transición. Subsanado eso, sigue existiendo la presencia de grupos armados irregulares en el país que responden al oficialismo (o viceversa) y no verán con buenos ojos un cambio de gobierno.

María Corina Machado centra su discurso en liderar una lucha "Hasta el Final". Casi la totalidad del proceso político venezolano se ve hoy impredecible. Sin embargo, sí de algo podemos estar seguros, es que el "Final" del que Machado habla definitivamente no será el 28 de julio. El 28 de julio se juega el destino de Venezuela, pero incluso en el mejor escenario para Edmundo González, ese día las cosas no harán más que empezar.

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